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Michel Azcueta

LA RIQUEZA ESTA EN LO LOCAL

La Riqueza está en lo local

 Por: Michel AzcuetaPresidenteEscuela Mayor de Gestión Municipal 

1.      Presencia creciente de lo local.

 Entrados ya al siglo XXI, queda claro que uno de los grandes retos del presente siglo es, definitivamente, unir lo local con lo global.  Durante dos o tres décadas del siglo pasado vimos imponerse la globalización económica financiera, con sus maravillas tecnológicas y sus terribles desigualdades sociales, acompañando, de manera paralela, al proceso de universalización de las relaciones humanas por encima de fronteras y de razas y culturas. 

 Mientras la globalización neoliberal está siendo dirigida y controlada por una pequeña elite multinacional, lo que denominamos proceso de universalización genera relaciones de base en los diferentes campos: social, económico, político y cultural, empeñándose en democratizar dichas relaciones por todo el planeta bajo la gran consigna de “otro mundo es posible”. 

Pero, curiosamente los dos procesos han comenzado a mirar a lo local, necesitan de lo local.  En primer lugar por el descontento generado por las políticas económicas globales que, como nunca antes en la historia han multiplicado la riqueza de pequeños grupos y han extendido la pobreza por todos los continentes y países, incluyendo los llamados países desarrollados: los ejemplos de Nueva Orleáns con el huracán Kathrine y de París, con las revueltas de los jóvenes marginados asombran al mundo al descubrir unas situaciones comunes a otras latitudes… La buena marcha de la “macro-economía” no llega a los bolsillos de los ciudadanos comunes y corrientes, que no se creen que el modelo de globalización neoliberal es el único posible, y comienzan a exigir que se mejore la calidad de la vida diaria, el bienestar personal y familiar, es decir, la vida en su barrio, en su centro de trabajo, en su comunidad; los Estados y las empresas ahora tienen que hablar de “responsabilidad social”, de considerar las implicancias medioambientales de cada inversión, de estar más presentes en la comunidad, incluso denominándose las empresas a sí mismas como “vecinos o ciudadanos sociales”!!  La relación con lo local se ha vuelto imprescindible para la economía global. 

Desde el otro proceso, que llamamos universalización, la relación con lo local está en sus propios orígenes ya que siempre se ha pretendido fortalecer la democratización en todos los campos y, de manera lógica, se parte de lo local, también en todas sus dimensiones, organizaciones locales de base, empresas, gobiernos locales y regionales, ONGs, profesionales e intelectuales progresistas, partidos políticos, organizaciones ambientalistas, etc., que, de una u otra manera ya están presentes en lo local y que creen y trabajan en la unión con lo global, con lo universal como parte de un proceso nuevo en la historia de la humanidad, considerando al planeta como “nuestra casa común”.  Desde lo local se participa más y mejor en este apasionante proceso de construcción de unas nuevas y justas relaciones mundiales.

 Y un tercer elemento que, con mucha fuerza, irrumpe en lo local es la innovación tecnológica y de las comunicaciones.  Han roto las fronteras, las distancias y tiempos reales, cubriendo prácticamente todo el planeta a la vez; los celulares y el Internet se extendieron a una velocidad superior a la instalación de la energía eléctrica, los teléfonos o la televisión.  Gracias a ello, y sin entrar ahora a los otros aspectos tan importantes como el control de dichos medios y de la tecnología y el nuevo poder mundial que representa, también desde lo local pueden utilizarse como palanca de información, formación y desarrollo abriendo nuevas posibilidades de relación (llenas de contradicciones, por supuesto…) entre las personas y las sociedades.. y, todo ello, desde lo local…!!

 Vemos pues, cómo, curiosamente por encima y más allá de los procesos de universalización, globalización e innovación tecnológica, se revaloriza lo local por ser donde cada uno de nosotros seguimos viviendo y relacionándonos.  Unir lo local y lo global se ha transformado en el gran reto del presente siglo y, por todo ello, las prácticas y la reflexión sobre el desarrollo local como parte de un modelo diferente de desarrollo sostenible centrado en las personas y respetando el medio ambiente, son cada vez más útiles y necesarias.  

2.      Acercándonos a lo local.

 Por las consideraciones anteriores, asumir el proceso del desarrollo desde lo local, nos plantea una primera tarea: la comprensión integral de la localidad; para poder dirigirla, gobernarla y movilizarla hacia las metas del desarrollo. No se puede dirigir o gobernar algo que no se conoce o no se comprende. Conocer qué elementos configuran lo local y comprender la complejidad de sus interacciones y de ellas con su entorno mediato y global.

 Una forma de aproximarnos a ese conocimiento y comprensión es analizando las localidades desde cuatro perspectivas: *    

 El territorio

El territorio no solo como definición geográfica, sino como construcción social, como espacio de relaciones y sentido de pertenencia, sus características, medio ambiente, y relaciones con el entorno. Ubicación estratégica o marginal.  Infraestructura básica y de comunicaciones, etc., así como sus organizaciones e institucionalidad. 

  *     La población

Densidad, composición generacional, capacidades humanas, conocimientos, necesidades básicas, actitudes, nivel de bienestar y pobreza.  Intereses, movimientos migratorios; nivel educativo, profesiones, etc. *    

 Recursos

Las potencialidades naturales, económico-financieras, de infraestructura,  turísticas, tecnológicas, capital humano; niveles y tipo de empresas, participación en el PIB regional y nacional.  Ventajas comparativas y “productos-eje”, representativos del lugar. *    

 Identidad

La cultura y sus diferentes manifestaciones; el sentido de pertenencia, los símbolos y la visión compartida. La capacidad de construir capital social, solidaridad y confianza.  Aportes a la cultura nacional y mundial etc. 

 A partir del conocimiento profundo de cada localidad, podemos intentar cierta tipificación.  Nos ha parecido útil la propuesta trabajada en la CEPAL por Ivan Silva Lira[1] y Alexander Scheitman[2], que escogió como variables la transformación productiva y el desarrollo institucional, así como su relación con el PIB.  

Figura 1 Figura 2  

  Lo que nos da una tipología de evolución económica de territorios subnacionales considerados estancados, en retroceso, en marcha y potencialmente ganadores.

 Figura 3  

 En el trabajo de la Escuela Mayor de Gestión Municipal hemos ido ampliando estas investigaciones y, a través de la participación de los agentes locales públicos y privados, con presencia de las autoridades locales y regionales, representantes sociales, empresarios, profesionales y ciudadanos en general,  trabajando con los cuatro elementos señalados anteriormente: territorio (+, - ubicación estratégica,  accidentes geográficos), población (+, - demografía, P.E.A.), recursos (+, - tangibles, intangibles) e identidad (+, - cultura viva, tradiciones y fiestas); para reconocer a nuestra propia localidad ya sea distrito, provincia o región como territorio estancado, en retroceso, en marcha o potencialmente ganador ya no sólo desde el punto de vista económico, sino de una manera mucho más integral, relacionándolos con la visión, el plan de desarrollo y los objetivos estratégicos, así como los actores principales y las responsabilidades compartidas de cada uno de ellos, considerando los intereses personales y los colectivos. 

 Estos trabajos han sido la base de lo que hemos denominado la construcción del “Mapa de la Riqueza” como un instrumento para el desarrollo local[3].     

 3.      El desarrollo de ciudadanía 

Por todo lo expuesto, se entiende mejor la importancia creciente de lo local, donde se unen las diferentes dimensiones de la vida social y ciudadana. Por una parte, nos encontramos con la administración de un territorio determinado, ya sea distrito o provincia.  Poder planificar y zonificar, mantener un rumbo con una imagen – objetivo hacia el futuro, haciendo realidad muchos sueños, pequeños o no tan pequeños, desde el asfaltado de vías y la construcción de un parque hasta obras monumentales y su mantenimiento, haciendo de la propia localidad un “territorio vencedor”. 

Administrar el territorio es gobernarlo con visión y equidad. Junto a ello, tenemos la dimensión del desarrollo local más propiamente dicho.  No es quedarnos simplemente en un aspecto geográfico, de límites, ni administrativo sino promover, dirigir el desarrollo integral, tanto en su aspecto económico, como social, cultural, humano… teniendo como meta, por un lado, que todos los ciudadanos de ese territorio, vivan con dignidad y, junto a ello, que se participe, desde lo local, en las dimensiones nacional y mundial del desarrollo.

 Hablando desde la defensa y promoción de la democracia, tenemos que también en lo local, se participa en la dimensión política de la vida social.  Hablamos de gobiernos locales con autoridades elegidas democráticamente por los propios pobladores. Y no sólo hay que considerar la elección democrática sino la presencia de las organizaciones políticas a nivel local, lo que significa tener en cuenta las diferencias, los aportes de unos y otros y la práctica de la tolerancia en el ámbito concreto de una localidad. 

Y, lógicamente, relacionado ya con la gestión de gobierno, tenemos la dimensión de la administración de los recursos públicos, el manejo del presupuesto de la municipalidad que es una gran responsabilidad de cara a la sociedad que, democráticamente, ha delegado esa función a los elegidos y, también, de cara al conjunto del Estado ya que, al tratarse de fondos públicos, las autoridades locales son un punto de referencia para los ciudadanos que tienen el derecho de proponer y de fiscalizar el uso de unos recursos que provienen de los aportes de todos.


 Figura 1  

 Estas cuatro dimensiones no se quedan en una simple teoría sino que llegan de una u otra manera y, ciertamente, con diferentes niveles de responsabilidad, al conjunto de pobladores de la localidad. Desde la dimensión territorial, todos somos ciudadanos, con derechos y obligaciones propias de quienes nos consideramos “vecinos”, habitantes de un suelo común.  La ciudadanía se practica fundamentalmente en lo local, sin negar como veninos repitiendo, la dimensión nacional y global. Desde la dimensión del desarrollo, todos debemos ser emprendedores, impulsores y defensores de las potencialidades de nuestra comunidad, sabiendo unir los intereses individuales con los colectivos.  No todos podemos ser empresarios pero todos podemos ser, definitivamente, animadores de las riquezas naturales, ecológicas, culturales propias de la localidad donde habitamos.  Es una dimensión que enriquece la vida de los ciudadanos y nos hace co-partícipes directos de un modelo de desarrollo que beneficia a todos. Nos podemos transformar, también, en militantes y dirigentes políticos, asumiendo una dimensión trascendental de todo ciudadano democrático como es la actividad política, fortaleciendo la democracia y generando nuevos liderazgos atendiendo a la demanda generalizada de democratización de los partidos y de la propia política, tanto en contenidos como en prácticas, ya que todo ello es mucho más fácil lograrlo desde lo local. Y, por último, desde la administración de lo público, participamos en el gobierno, somos gobernantes en lo que nos corresponda.  Hay ahora ya mecanismos de democracia directa, como la aprobación de los planes de desarrollo y los presupuestos participativos;  comisiones mixtas o comités locales de desarrollo o, también, organizaciones sociales presentes en la comunidad que implica asumir responsabilidades, y ello es, en su nivel, participar en el gobierno de nuestra comunidad y de nuestro territorio. 

Figura 2  

 Entendiéndolo así, lo local se descubre como el espacio físico y social donde los individuos, hombres y mujeres, podemos encontrarnos como ciudadanos plenos participando como sujetos activos en el desarrollo integral.

 4.      Lo local en el Siglo XXI 

Cuando se habla de desarrollo local, muchos piensan en un tipo de producción que se aproxima más a la micro y pequeña empresa; de la misma manera al hablar de participación ciudadana, muchos creen que se refiere simplemente a un ámbito territorial pequeño.  Sin embargo, en la línea que estamos exponiendo, no tiene por qué ser necesariamente así.  Las posibilidades que se han ido abriendo desde finales del siglo pasado, con el desarrollo de las nuevas tecnologías, permiten que desde lo local se llegue a numerosas partes del mundo.  Recordemos las experiencias de Singapur, del Sillycon Valley, en California, de Mondragón, en el País Vasco, en España, en comunidades japonesas o, guardando las distancias y cantidades, el Parque Industrial de Villa El Salvador y la artesanía de Chulucanas, ambos en el Perú.

 Manuel Castells y Jordi Borja insisten desde hace años que “los procesos estratégicamente decisivos en la era de la información son: la innovación cultural, la creación de símbolos y la investigación científica*.  Coincidiendo plenamente con ellos, nos debemos de preguntar si estos procesos se pueden o no desarrollar también desde lo local, y la respuesta es sí, definitivamente.

 La innovación cultural y la creación de símbolos se genera mejor en y desde lo local, no solo porque ambas comienzan con aportes individuales sino, también, porque en sí mismos, necesitan la presencia, experimentación y evaluación de los grupos sociales que darán el visto bueno a dichas creaciones.  La tecnología de las comunicaciones permiten, inmediatamente, llegar a todas partes, inclusive las más alejadas, con las propuestas, creaciones y productos, cumpliéndose casi silenciosamente el principio y la práctica de ir de lo local a lo global. 

 En esta relación innovación cultural–creación de símbolos–desarrollo local se descubre mejor que, entrados ya al siglo XXI, no hay modelo global construido y, con todo derecho, cada pueblo desea mantener su identidad, su ideosincracia, no solo para  no perderse en la maraña de la globalización económico-financiera si no, en positivo, para aportar, desde cada cultura nacional y local, a la construcción de la nueva cultura universal.

  Y es aquí donde se descubre la importancia de la relación entre desarrollo y cultura.  Es una mirada firme y segura al presente y al futuro de los pueblos.  Ya no se puede aceptar ni se acepta un solo modelo, una imposición cultural… al contrario, el respetar y fomentar las manifestaciones culturales propias asegura un desarrollo armónico, integral que, además, está arraigado en la historia, en las tradiciones, en los procesos sociales tan ricos que vive cada pueblo y que, de ninguna manera, deben desaparecer.

 Por ello, estos procesos son, realmente, “estratégicamente decisivos” porque nos jugamos el futuro de la humanidad y es desde lo local donde mejor podemos aportar como individuos y como grupos sociales. 

  La investigación científica, el tercer proceso señalado por Castells y Borja es más complejo y, por lo tanto, más difícil  de asumir por todas las comunidades y países dado el nivel y el costo de las investigaciones, pero, para bien de todos, deberíamos buscar los mecanismos adecuados tanto para generar espacios de investigación científica en todos los países, incluyendo, por supuesto a los más pobres, como modos de intercambio de investigaciones, descubrimientos y productos científicos sin necesidad de moverse de los deseables espacios locales de investigación, evitando la “fuga de cerebros” que ha aumentado en los último años desde Asia y América Latina hacia los países más desarrollados.

 Por otro lado, no  podemos olvidar que, en el mundo moderno, los países con actividades intensivas en conocimiento serán quienes obtengan mayores riquezas.  Los países más avanzados están creando nuevos marcos de planificación del desarrollo a nivel nacional.  Por ejemplo, el Dr. Nick Bontis[4] propone una agenda política destinada a configurar el capital intelectual de las naciones, que contiene: 

  1. Agenda nacional para la renovación, investigación y desarrollo (capital innovador).
  2. Agenda nacional para la educación (capital humano)
  3. Agenda nacional  para el comercio exterior (capital financiero)
  4. Agenda nacional para la productividad (capital de proceso) con atención especial al contexto cultural.

 Todo ello, está relacionado, es cierto, con un plan nacional unido al mundo moderno pero considero que esas cuatro agendas pueden y deben hacerse también desde los territorios y gobiernos subnacionales.  Es otra visión, es otra manera de elaborar los planes de desarrollo para los distritos, provincias y regiones.  Si el capital intelectual es la nueva riqueza de las naciones, como no vamos a tenerlo en cuenta desde lo local que es donde vivimos todas y cada una de las personas?

 La riqueza está en lo local.  El reto del presente siglo es saber unir lo local con lo universal y ahí tenemos nuevas responsabilidades tanto para los dirigentes y gobernantes como para los propios ciudadanos. Las exigencias más importantes en todo el mundo van por este camino y está demostrado que ahora es mucho más fácil relacionar estas experiencias locales entre sí, más allá de fronteras y de niveles socio-económicos. 

  El reto final es construir un mundo diferente más justo y equitativo, donde todos vivamos con dignidad y en armonía con la naturaleza.  Es solo una nueva utopía o es la última oportunidad que tenemos como civilización?  La riqueza de lo local puede, sin lugar a dudas, contribuir a iniciar una nueva etapa en la historia de la humanidad.



[1] Iván Silva Lira, “Disparidades, competitividad territorial y desarrollo local y regional en América Latina” CEPAL, Santiago de Chile, 2005.

[2] CEPAL, Serie Gestión Pública Nro. 33 – Mayo 2006
[3] El Mapa de la Riqueza: Herramienta para el Desarrollo Económico Local. La Experiencia de Tumbes. EMGM,  M.Azcueta, editor. Marzo 2007.
* Jordi Borja, Manuel Castells.. “Local y Global”. Santillana Ediciones, Madrid 1997.
[4] Bontis Nick – working paper presentado en McMaster World Congreso – Canadá, 2004

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