Modelo de persona y modelo de sociedad
Por: Michel Azcueta
El presidente de la República lanzó la idea de preparar un “proyecto nacional” de largo plazo y que sirva como de guía histórica para el proceso social peruano. Insistía el presidente en la necesidad de que todos los peruanos asumamos esta tarea y se vaya haciendo conciencia a través de una participación real del conjunto de los grupos sociales existentes para lograr ese objetivo unificador. La propuesta no sólo no es mala sino que es necesaria para un país como el nuestro donde la improvisación, el individualismo de las capas poderosas y su egoísmo al enfrentar los problemas que nos aquejan, junto con un excesivo “esquematismo”, que, de una u otra manera, existen desde hace tiempo.
Se habla de varios puntos que deberían conformar ese gran proyecto nacional, y se han producido comentarios al respecto tanto desde el partido de gobierno como de Izquierda Unida y de la derecha tradicional. Como la discusión recién se inicia y pensando especialmente en la difusión de la idea para que sea discutida a nivel masivo, como una preocupación nacional, propongo que, sin dejar los otros aspectos, comencemos a preguntarnos en los sindicatos, en las comunidades campesinas, en los pueblos jóvenes, universidades y colegios, en los diferentes medios de comunicación, sobre el MODELO DE PERSONA y el MODELO DE SOCIEDAD que deseamos para el Perú del futuro.
Para muchos de nosotros, los dos conceptos van siempre juntos, aunque generalmente se habla más del modelo de sociedad que del modelo de persona: es decir, de los valores y actitudes que conforman el ideal de desarrollo integral del ser humano en una sociedad también ideal. Aunque los dos conceptos van juntos, también tienen, en la práctica, cierta autonomía.
Es cierto que el tipo de sociedad dominante condiciona a la persona, condiciona su práctica, su escala de valores, pero también es cierto que, a lo largo de la historia pasada y presente, miles y miles de personas no se dejan apresar por las cadenas de la sociedad dominante y se proponen y llevan a la práctica modelos diferentes, a veces reaccionarios teniendo como objetivo el pasado, y a veces, lo que más influye en la historia, modelos revolucionarios, adelantando el futuro.
Esto que parece una contradicción –la dependencia y la autonomía entre la sociedad y la persona– no es tal si es que entendemos la sociedad como algo en permanente movimiento, como, según opinaba Marx, “un organismo capaz de transformación y constantemente cogido en el proceso de transformarse”. La sociedad, de hecho, se va transformando, pero sólo se dirige su transformación cuando el propio pueblo adquiere una alta conciencia nacional de identidad y de seguridad en su propio futuro.
Por eso, la creación de un proyecto nacional de trascendencia histórica no la puede hacer un solo hombre o un grupo de intelectuales sino el propio pueblo, cogido también él “en el proceso de transformarse”.
Una acotación más: es cierto que la sociedad se va haciendo y que se pueden ir logrando objetivos propuestos para los 25 ó 50 años siguientes, pero el modelo de persona es para hoy día, no es para mañana ni para cuando se haya alcanzado el supuesto modelo de sociedad.
En esto consiste, en mi opinión, la fuerza de la propuesta de discutir los dos modelos. Si uno cree en una escala de valores diferente a la que nos propone la sociedad dominante, ya puede (y debe) practicar hoy día esos valores; si uno cree en la solidaridad, en la sinceridad, en la justicia, en el servicio, a pesar de que la práctica mayoritaria sea diferente, se deben comenzar a practicar si se pretende ser honesto y coherente consigo mismo.
Una reflexión de este tipo ayuda a descubrir la sinceridad de las propuestas e invitaciones que se nos hacen públicamente. La práctica concreta es la que nos va a enseñar el modelo de persona y el modelo de sociedad que se ponen como ideal futuro. Recordemos que “nadie da lo que no tiene”… Por eso, aunque la elaboración del proyecto histórico nacional nos compromete a todos, aquellos que lanzan la idea tienen que demostrar que realmente quieren algo nuevo, transformador y revolucionario para el Perú.
Y eso no queda claro, hoy por hoy, en la propuesta aprista, en la práctica de los apristas con cargos públicos, aquellos que necesariamente tienen que exponerse, como en vitrina, y evidencian su escala de valores, su comportamiento y sus actitudes en lo concreto… por más que nos hablen de un modelo de sociedad para el futuro… Lógicamente, esta advertencia es también para los que no somos apristas porque todos debemos demostrar la coherencia entre lo que hablamos y lo que hacemos; por eso me parece oportuna esta manera de abordar también la discusión, sin negar las otras que señalan objetivos específicos y cuantificables.
En mi opinión, esta coherencia entre teoría y práctica, entre escala de valores y compromiso social, es la que irá formando el nuevo sujeto histórico que se transformará en la base del proyecto nacional, y como son las grandes mayorías nacionales las que necesitan y desean el cambio en la sociedad, es ahí también, en el seno mismo del pueblo, donde comienza a construirse ya, hoy día, el nuevo modelo de persona que hará posible un modelo diferente de sociedad.
Publicado en La República.
3 comentarios
NATANAEL VELAZQUEZ E. -
ALBERTO GONZALES ORTEGA -
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Alberto Gonzales Ortega -
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ALBERTO GONZALES ORTEGA