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Michel Azcueta

Los actores y gobiernos locales ante los procesos de globalización y universalización

 michel azcueta

 (noviembre, 2011)

 

Globalización y universalización.

Se ha hablado mucho de la globalización a lo largo de las últimas décadas y, junto a ello, aunque parezca paradójico, se habla también de la importancia de lo local hasta tal punto que parecieran las dos caras de la misma moneda, transformándose en el  gran reto del siglo XXI. Hay ya, a estas alturas, numerosos estudios al respecto, pero, a manera de recuerdo, resumo cuatro características principales que tienen relación directa con las vidas de los ciudadanos:

  1. El movimiento de bienes y servicios: como uno de los aspectos esenciales de la llamada globalización. Los productos llegan a todas partes influyendo, positiva o negativamente según los casos, en la generación de puestos de trabajo, en los precios de los productos originales, en las inversiones en infraestructura o en la producción, etc. etc.  Lo mismo está ocurriendo con los servicios que ya están siendo controlados por grandes empresas transnacionales, modificando las relaciones y, con todo ello, la capacitación, la formación profesional y el liderazgo en cada localidad.
  2. El movimiento de capitales: que, como todos sabemos, no es nuevo pero que, en las últimas décadas tiene la capacidad desde fortalecer o  hundir gobiernos y hasta países enteros hasta, a través de las remesas y los reenvíos de dinero de los familiares emigrantes contribuir a cierto bienestar y capacidad de consumo de  muchas familias, transformando la realidad local con pequeñas inversiones ya sea en vivienda, ya sea en alimentación o en apoyo a los estudios de hijos o sobrinos.
  3. El movimiento de personas: otra de las características propias de la globalización que ha ido generando unos movimientos migratorios diferentes a los de otras épocas de la historia y que modifican realidades familiares y, pro lo tanto, locales. Tenemos ejemplos muy concretos por toda América Latina como el de México, los países de América Central o, por épocas como ocurrió con la República Dominicana, Ecuador y Perú. En el caso peruano, hay ya un 10 % de la población viviendo y trabajando en el extranjero ya sea de manera legal o como ilegales. Así mismo, en este tercer aspecto hay que considerar la emigración de talentos, de profesionales de alto nivel que se van de un país a otro ya sea como parte de las compañías transnacionales ya sea a universidades e institutos de investigación, empobreciendo en varios aspectos, la realidad nacional y local.
  4. El movimiento cultural y comunicacional: más propio ya de la globalización con la capacidad prácticamente universal de llegar a cualquier rincón del mundo con la televisión, la telefonía celular, el internet y otros inventos que se van implantando a una velocidad como nunca antes en la historia de la humanidad sin tener en cuenta fronteras ni accidentes geográficos, transmitiendo no solo noticias sino visiones del mundo y de la vida diaria que se imponen a culturas locales y nacionales uniformizando imágenes, conversaciones y modelos de desarrollo desde el control de todos los sistemas y redes por una nueva minoría transnacional y modificando con todo ello la realidad local.

 

Por otra parte, de forma paralela a la llamada globalización neoliberal, se ha ido profundizando un proceso que llamamos universalización con características muy positivas para la humanidad  en esta relación entre lo global y lo local:

 

1, Reconocimiento del planeta como “Hogar Común”: avances importantes en la conciencia ciudadana, en todos los continentes al entender mejor la relación de los seres humanos con nuestro planeta y los innumerables vasos comunicantes que nos unen a nivel ambiental, social, cultural sabiéndonos y sintiéndonos realmente parte de una misma familia planetaria cada uno desde su lugar de residencia.

 

2, Co–responsabildad ante los problemas del mundo: como simple consecuencia de lo anterior, avanzando hacia propuestas y prácticas tanto desde lo local como desde los ámbitos nacionales  e internacionales, que postulan un modelo de desarrollo y de relaciones absolutamente diferentes, con una utilización responsable y equitativa de los recursos naturales y con la aceptación de una subsidiaridad solidaria hacia las zonas más pobres del planeta. Los Objetivos del Milenio, más allá de su cumplimiento o no por parte de los diferentes gobiernos, han sido un ejemplo del reconocimiento de la co-responsabilidad que existe ante los retos en aspectos como la salud, la infancia, la educación, el trabajo y el ambiente, entre otros.

 

3. Construcción de una cultura universal con respeto y los aportes de cada cultura local: se vienen revalorizando las creaciones propias de cada pueblo más allá de los intentos de uniformización de la cultura y de la extensión rápida de los medios de comunicación. En todos los continentes y países se ha visto este renacer unido a la crítica y al cansancio que produce el control de la comunicación y de la imagen que, hablando de manera general, corta la creatividad y levanta hasta lo máximo posible sin importarle su duración ni sus consecuencias, a ídolos temáticos o a situaciones y hechos intrascendentes. Los pueblos reconocen los procesos de universalización y quieren participar en ellos desde sus propias creaciones culturales.

 

 

  1. Fortalecimiento de instituciones internacionales de justicia: en diferentes ámbitos como el comercio, las finanzas, el ambiente y los derechos humanos siendo en estos dos últimos campos donde el conjunto de la humanidad ha avanzado más no sólo a  nivel de conciencia sino a nivel institucional con ejemplos muy concretos de reprobación y castigo universal a los violadores de los derechos humanos y, poco a poco, a aquellos que infringen daño al ambiente y a la naturaleza. Aunque las violaciones se den en lo local o en un territorio determinado la justicia internacional ya puede intervenir en salvaguarda de derechos universales.

 

Vemos pues que los procesos de universalización que se vienen viviendo en el siglo XXI profundizan, también en positivo la relación entre lo local y lo global.

 

Esta relación se ha visto fortalecida en las últimas décadas por:

  1. 1.    Demandas democráticas por la descentralización: tanto en la lucha por la extensión de la democracia como por las justas exigencias de terminar con el centralismo agobiante que, desde siglos atrás, se mantiene. La democracia y la descentralización se entienden y se practican mejor desde lo local, ya que la ciudadanía vivida día a día y en cada localidad es la que da sentido a las dos. Por todo el mundo, y el Perú no es la excepción, vemos las manifestaciones multitudinarias y democráticas desde las comunidades, desde los territorios. Hay nuevas miradas de lo “nacional” y de lo “global” desde cada una de las localidades. 

 

  1. 2.    La reforma del Estado: que no se entiende sino es desde lo local. En cuanto hay algún problema grave, de diferente tipo, ya sea económico, político, social, ambiental la frase que más se escucha es “el Estado no está presente”, “El Estado nos ha abandonado” y comentarios similares…En nuestra opinión, uno de los ejes fundamentales de la reforma del Estado es precisamente su necesaria presencia en todo el territorio nacional, con el conjunto de la administración, de las inversiones, y de las demás dimensiones de un Estado moderno. La calidad de la reforma del Estado se va a medir, definitivamente, desde lo local.  

 

  1. 3.    Nuevas tendencias de la empresa privada: algo relativamente nuevo, sobre todo, si analizamos los modelos de desarrollo y el estilo empresarial de la gran empresa a lo largo de decenas de años: trabajando al margen de las comunidades inclusive de aquellas más próximas a su accionar, de espaldas a ellas llegándose a transformarse en  auténticos “enclaves” modernos rodeados, como se señaló una y otra vez, por comunidades atrasadas sin los servicios básicos elementales, y sin tener en cuenta el ambiente y la naturaleza que rodeaba la empresa…Todo ello ha cambiado o está cambiando: la empresa privada no sólo debe de presentar sus estudios de impacto ambiental sino que debe de tener en cuenta a la comunidad de la que forma parte y compartir con ella su presente y du futuro. La empresa grande, nacional o transnacional debe de tener en cuenta, también, lo local reconociendo su propia autonomía.

 

II.- LA DEBILIDAD INSTITUCIONAL

El proceso democrático generalizado en América Latina en la última década, al enfrentarse a diferentes retos políticos y sociales, todavía no ha acertado en la manera de abordar el tema de la institucionalidad, a pesar del reconocimiento de su importancia, fracasando, en la mayoría de los casos, en el objetivo de asimilación de todo lo nuevo que ha surgido en las sociedades latinoamericanas.

Como señala Manuel Antonio Garretòn:

 

“Ya no puede pensarse en la conformación de actores al estilo pasado. Hay que reconocer que es casi imposible que haya un solo sujeto o Movimiento Social central o actor social o político en torno al cual se genere un campo de tensiones y contradicciones único que articule los diferentes principios y orientaciones de acción que surgen de los ejes de democratización política, democratización social, reestructuración económica e identidad y modernidad.” (Garretòn, 2001, pag. 34).

 

Todas las instituciones se han debilitado y entre ellas, lógicamente, las municipalidades y sus autoridades democráticas. Sin embargo, una sociedad no puede mantenerse sin instituciones, de la misma manera que un cuerpo humano no puede pararse sin su esqueleto. Así de simple. Si queremos que América Latina construya un futuro mejor, democrático, estable, desarrollado, con bienestar en todos los pueblos y regiones, se necesita definir y mantener un plan nacional y planes regionales y locales de mediano y largo plazo, lo que supone, necesariamente, sustentarse no tanto en personas individuales como en instituciones a su vez democráticas y estables. Esta es una cuestión de principio. Cuando no se asume responsable y coherentemente, las consecuencias son negativas para el país. Los resultados saltan a la vista.

 

En el último informe “La Democracia en América Latina”, producido y editado por el PNUD, basado en numerosas consultas, encuestas y entrevistas a decenas de gobernantes y líderes representativos latinoamericanos, se concluye, también, en:

 

“la necesidad de realizar una reforma política para fortalecer las instituciones, incluso los partidos políticos. Las características de esta reforma varían de país a país: algunos hablan de reforma electoral, otros de reforma del Congreso, otros de reforma del estado o de fortalecimiento general de las instituciones. Pero la idea compartida es que un mejor diseño de los dispositivos e incentivos institucionales podría mejorar, y mucho, el funcionamiento de la democracia. Una proporción importante de estas respuestas señala que la reforma política debería construir nuevos canales que faciliten la participación de la sociedad civil organizada. Para muchos de los lideres consultados, la apatía ciudadana y la desconfianza hacia las instituciones se revierten mejorando los canales de participación y ampliando su número y alcances”

(PNUD-2004, pàg.170).

 

 

Es en este contexto de crisis de institucionalidad que se han ido revalorizando más por toda América Latina, experiencias que tienen como sujetos principales a actores locales, que, inmersos en su comunidad o grupo social, sobrepasan la dimensión local y comienzan a estar presentes en las discusiones y en la construcción de nuevos proyectos nacionales e, inclusive, internacionales, como se demuestra en el Foro Social Mundial de Porto Alegre y Bombay, con sus diferentes “foros sociales” preparatorios en todos los continentes.

 

Es en esta dimensión local/global  y en el fortalecimiento de la institucionalidad democrática que entendemos la nueva importancia de los “actores locales”.

 

Ante la gravedad de las crisis que padecen nuestra sociedades, no se trata, simplemente, de escudarnos en lo personal, en lo individual sino de descubrir los aportes personales en los proyectos colectivos, influyendo en la marcha de la comunidad y participando en la economía, en la política, en la cultura, construyendo espacios de participación ciudadana, con características propias y con una fuerza específica. Es así cómo muchas personas, de toda condición, ocupación y edad, se transforman en auténticos actores locales con fuerte presencia en los nuevos proyectos nacionales y en la nueva universalización de las relaciones, y, desde hace años, participan, también, en los programas y proyectos de la cooperación descentralizada.

 

“En estos años –señala el citado informe del PNUD- en paralelo a la crisis de representación y a la deserción del Estado, surgieron, de manera creciente y en las formas más diversas, organizaciones de la sociedad que ocuparon el espacio de las demandas no resueltas o ignoradas. Se trata de un sistema autoorganizado de grupos intermediarios que son relativamente independientes del Estado y de las empresas privadas, que es capaz de deliberar y llevar adelante acciones colectivas en defensa y promoción de sus intereses y pasiones, en un marco de respeto a la estructura legal y civil existente” (PNUD, 2004, pàg. 185).

 

Los nuevos actores locales aparecen, entonces, en los diferentes sectores de la sociedad y con objetivos y metodologías propios que son un aporte al desarrollo social y económico, tanto en Europa como en América Latina. Son “aquellas personas, empresas e instituciones que conforman el capital social de cada zona en particular” (Llisterri, Juan, 2000).

 

Entre otros, podemos destacar:

 

a)  el movimiento de mujeres: que, a partir de una problemática de género, ha ido relacionándose con otros sectores sociales haciendo que las mujeres estén cada día más presentes en la sociedad, tanto en Europa como en América Latina. Hay numerosos estudios al respecto, especialmente en América Latina, dado que los índices de pobreza, analfabetismo, desocupación laboral, violencia familias, marginación política y profesional, etc. son altísimos entre las mujeres comparados con los de los varones. La situación es mucho más grave en el mundo rural latinoamericano.

 

En la realidad latinoamericana, las mujeres organizadas están aportando en la lucha contra la pobreza no sólo a través de programas asistenciales y de subsistencia como los comedores populares, los centros de madres, los talleres de mujeres, etc., sino, también, en el sector económico con la gestión de pequeñas y hasta mediana y grandes empresas, en la construcción de una conciencia de igualdad de oportunidades entre ciudadanos de diferente género, en la democratización de los partidos políticos, en la formación de lideresas en los diferentes campos de acción, incluyendo el cultural y deportivo.

 

En los países europeos, como es reconocido por todos, los procesos de emancipación de las mujeres cambiaron radicalmente la economía, la sociedad y la política, modificando conductas, costumbres y valores, formando parte de la modernización histórica de las sociedades europeas desarrolladas.

 

También en América Latina y, concretamente, en el Perú, la presencia de las mujeres enriquece los procesos de desarrollo local y, por su propia temática y su práctica se unen fácilmente a intereses comunes de las mujeres de otros países, incluidos los europeos, de manera que las organizaciones de mujeres, como actores locales, deben seguir siendo consideradas en los programas y proyectos de cooperación descentralizada.

 

b)  las comunidades indígenas: que, en la última década especialmente, coincidiendo con el quinto centenario de la colonización de América Latina, han ido fortaleciéndose y haciendo sentir su voz y sus derechos en la mayoría de los países que cuentan con una importante población indígena que ha sabido sobresalir por encima de la marginación oficial y de  imposiciones dictatoriales y centralistas. Hemos vivido experiencias de dimensión nacional en América Central, en México, en Ecuador, en Bolivia y, también, en Perú,  protagonizadas por las comunidades indígenas que obligan a tenerlas en cuenta al buscar soluciones reales a los problemas históricos de América Latina.

 

Y estas experiencias, con repercusión nacional e internacional, han influido positivamente en las comunidades nativas de otros países como Brasil, Paraguay, Perú, Chile, en los cuales se mantienen pueblos con tradiciones y culturas propias que, hasta hace poco, estaban literalmente marginados social y legalmente. Los temas de la propiedad de la tierra, los derechos históricos, la cultura de dichos pueblos ya no pueden seguir siendo obviados por los poderes públicos y privados.

 

En la nueva etapa que vive América Latina y el mundo, la presencia de las comunidades indígenas debe ser asumida no como un problema sino, al contrario, recoger sus experiencias locales como un aporte enriquecedor en la tarea de construcción de los proyectos nacionales y universales más justos y democráticos. No verlas como un problema sino como una gran riqueza de nuestras naciones.

 

c)  las organizaciones de base: que han ido adquiriendo un rol diferente, más activo e integral, en las últimas décadas. No se trata ya de las tradicionales comunidades campesinas o de las organizaciones vecinales que proliferaron por todas las barriadas de las grandes capitales latinoamericanas. Se trata de grupos de pobladores (hombres, mujeres, jóvenes) en zonas rurales o urbano-marginales, que asumen responsabilidades concretas en el desarrollo integral de sus localidades, animando experiencias de éxito, participando en la elaboración de planes de desarrollo, en la elaboración de los presupuestos  públicos de carácter municipal y regional, formando redes de coordinación entre ellos, democratizando, en suma, la sociedad.

 

Con ello, se ha superado el rol tradicional de los “dirigentes” para transformarse en “gobernantes”, asumiendo responsabilidades concretas y llevando a cabo con éxito proyectos de desarrollo local de diferente tipo. Hay muchos ejemplos en el ámbito de la salud, del saneamiento ambiental, de la infraestructura básica de carreteras y de educación, así como en el ámbito empresarial, agrícola, industrial y de servicios, y en el campo de la cultura.

 

Lo importante, insistimos, es que no se quedan simplemente en lo local, encerrados en su experiencia particular sino que avanzan en coordinación, intercambiando experiencias, defendiendo sus derechos y ampliando el concepto de ciudadanía frente a un Estado y un sistema que  no soluciona los problemas de las grandes mayorías.

 

Las organizaciones de base son un importante “actor local” en un mundo globalizado, como lo demuestran las diferentes manifestaciones, a veces coordinadas sólo a través de internet, sobre temas comunes a los ciudadanos del planeta y, como ya hemos recordado, la importancia creciente del Foro Social Mundial que tiene como base a dichas organizaciones, por lo que, definitivamente, son socios estratégicos de la cooperación descentralizada.

 

d)  los empresarios y emprendedores de la pequeña empresa: otro sector que se ha ido dinamizando y que juega un papel importante como actor en el proceso social. Ante los cambios en las economías latinoamericanas, con la incorporación de las nuevas tecnologías y la falta de inversiones en el sector industrial, el cambio del Estado de creador de empleos públicos a regulador de la economía, fueron surgiendo miles y miles de empresas familiares que se fueron transformando en micro y pequeñas empresas generando, en la mayoría de los países latinoamericanos, más del 80 % de los puestos de trabajo en los sectores industrial, comercial y de servicios. Más allá de la informalidad que los caracteriza, son una realidad económica y social con demandas propias y estilos particulares de gestión y de relaciones que no sólo hay que tener en cuenta sino apoyar por los beneficios que genera a millones de ciudadanos.

 

Los empresarios no sólo están presentes en el mercado sino que participan en la transformación de la sociedad y de los individuos al hacer gestión directa de sus pequeñas empresas, utilizar mejor la materia prima local, asimilar nuevas tecnologías, capacitándose ellos, sus familiares y muchos de sus trabajadores, generando economías locales que contribuyen (por encima de cuestionables situaciones legales y laborales que hay que modificar) al desarrollo de sus comunidades, transformándose inclusive en líderes y punto de referencia para muchos de sus conciudadanos.

 

Las experiencias de pequeña empresa en los países europeos, mucho más articuladas con las grandes empresas y el conjunto de la economía, pueden ser muy útiles para América Latina como se demuestra en los múltiples proyectos de cooperación descentralizada que fomentan la transferencia de tecnología, los modelos de gestión empresarial, la conveniencia de la formalización, especialización  articulación con otros sectores productivos. Hay que resaltar la incidencia de la pequeña empresa en la generación de modelos de “economía solidaria” a nivel local y las posibilidades de intercambio comercial entre pequeñas empresas de Europa y América Latina, por lo que hay que profundizar en programas y proyectos de este tipo.

 

 

e)  los grupos juveniles: los jóvenes son un sector mayoritario entre la población latinoamericana que ha sufrido directamente las consecuencias de las continuas crisis en nuestros países. Sin embargo, en la última década, han ido tomando conciencia de su potencialidad. Con la extensión de la escolarización y la influencia creciente de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías, hay ahora en todos los países latinoamericanos, una importante cantidad de jóvenes que, rechazando el tipo de relaciones sociales que ha predominado en las últimas décadas y el modo tradicional de hacer política, se proponen estar presentes en la sociedad con aportes propios, organizándose para ello y pasando a ser, también, actores locales con espacios propios de acción.

 

Hay que evaluar más profundamente el proceso de homogenización que vive la juventud latinoamericana diferenciándose de sus familias y del entorno cultural tradicional. En muchos países latinoamericanos, y el Perú no es una excepción, especialmente en aquellos con raíces y mayorías indígenas (no tanto en el Cono Sur del continente), los jóvenes representan un tipo de modernización y de progreso. Es cierto que existen problemas de desadaptaciòn, aparte de los conocidos de desempleo y violencia callejera, pero hay muchas experiencias juveniles de éxito que están influyendo en el contexto comunitario generando valores y relaciones de nuevo tipo, por lo que no se puede dejar de lado a los jóvenes como actores locales en los programas y proyectos de cooperación descentralizada, especialmente, en aquellos referentes a formación y al uso de internet y nuevas tecnologías.

 

 

f)    las organizaciones no gubernamentales, que son reconocidas como parte de la sociedad civil y que se constituyen también, en muchas ocasiones, en actores locales importantes al relacionarse directamente, diferenciándose del Estado, con las organizaciones de base.

 

Al resaltar la presencia e importancia de los actores locales, nos estamos refiriendo a la importancia del capital social con que cuenta América Latina, unas potencialidades individuales y colectivas que animan a emprender, de distinta manera la cooperación.

 

Por capital social se entiende, como resume Bernardo Kliksberg,

             

“un conjunto de aspectos como, entre otros, la capacidad de una sociedad para producir concertaciones sociales amplias en su interior, para generar “redes” articuladoras de los esfuerzos de sus diversos sectores; las fuerzas existentes en una sociedad para impulsar el trabajo voluntario en iniciativas de utilidad general; su cultura y la presencia de valores éticos orientados hacia la solidaridad, la construcción positiva, la cooperación y la equidad”. (Kliksberg,2002, pàg. 98).

 

Es en esta línea que se descubre mejor la importancia de los actores locales en la transformación de América Latina y sus aportes en el proceso de universalización. No se trata de “idealizar” lo local, como ya hemos señalado, ni de reducir la acción a lo local, desesperados por la poca influencia que tenemos los ciudadanos ante la economía y la política nacional y mundial.

 

Así alerta el propio Kliksberg:

 

“El pensamiento económico circulante envía, a veces explícitamente y con frecuencia implícitamente, un profundo mensaje de desvalorización de la sociedad civil en los procesos de desarrollo y en la resolución d los problemas sociales. Su énfasis está totalmente volcado en el mercado. El mundo de la sociedad civil es percibido como un mundo secundario, de segunda línea respecto a lo que sucede en el “mundo importante”. De ese enfoque van a surgir políticas públicas de apoyo muy limitado, casi “simbólico” y de “cortesía” hacia las organizaciones de la sociedad civil, y una desconfianza fuerte a depositar en ellas responsabilidades realmente relevantes”  (Kliksberg, 2003, pp.1146,147)

 

Se trata más bien, de potenciar los nuevos actores locales, de fortalecerles a ellos, sus organizaciones y sus experiencias para alcanzar los objetivos de desarrollo humano que deseamos.

 

 

1.  Acercándonos a lo local.

 

Por las consideraciones anteriores, asumir el proceso del desarrollo desde lo local, nos plantea una primera tarea: la comprensión integral de la localidad; para poder dirigirla, gobernarla y movilizarla hacia las metas del desarrollo. (Azcueta 2010)

 

No se puede dirigir o gobernar algo que no se conoce o no se comprende. Conocer qué elementos configuran lo local y comprender la complejidad de sus interacciones y de ellas con su entorno mediato y global.

 

Una forma de aproximarnos a ese conocimiento y comprensión es analizando las localidades desde cuatro perspectivas:

 

   El territorio

El territorio no solo como definición geográfica, sino como construcción social, como espacio de relaciones y sentido de pertenencia, sus características, medio ambiente, y relaciones con el entorno. Ubicación estratégica o marginal.  Infraestructura básica y de comunicaciones, etc., así como sus organizaciones e institucionalidad.

 

 

 

   La población

Densidad, composición generacional, capacidades humanas, conocimientos, necesidades básicas, actitudes, nivel de bienestar y pobreza.  Intereses, movimientos migratorios; nivel educativo, profesiones, etc.

 

   Los Recursos

Las potencialidades naturales, económico-financieras, de infraestructura,  turísticas, tecnológicas, capital humano; niveles y tipo de empresas, participación en el PIB regional y nacional.  Ventajas comparativas y “productos-eje”, representativos del lugar.

 

   La Identidad

La cultura y sus diferentes manifestaciones; el sentido de pertenencia, los símbolos y la visión compartida. La capacidad de construir capital social, solidaridad y confianza.  Aportes a la cultura nacional y mundial etc.

 

Junto con los actores locales y su relación con la institucionalidad democrática, los gobiernos locales ofrecen una experiencia extraordinaria en todos los ámbitos que venimos comentando por lo que merecen un apartado especial.

Es precisamente en los gobiernos locales donde confluyen cuatro importantes dimensiones de la vida ciudadana: el territorio, el desarrollo, la política y la administración.

 

Figura 1

 

       

Los ciudadanos no podemos dejar de “pisar suelo”, es decir vivimos en un lugar determinado, en un territorio que es nuestra comunidad. Toda gestión moderna e integral parte del territorio, parte de lo local. Esta dimensión forma parte de la visión primigenia de una comunidad o de un Estado. De ahí la importancia de entender al territorio unido a la población que lo habita, el territorio como espacio de encuentro y de creación de visiones colectivas.

 

La dimensión del desarrollo como parte inherente de la actividad humana, ya sea individual o colectiva, ya sea material o intelectual, ya sea con una actitud pasiva o activa, ya sea como productores o como consumidores, con tecnología o sin ella... por lo que hay que considerarla a la hora de considerar la gestión municipal.

 

En democracia, la dimensión política, se vive mejor desde lo local. Como ya hemos señalado, se da esta dimensión en las elecciones municipales al elegir a nuestras autoridades locales pero no sólo en ese momento sino en nuestra participación en la toma de decisiones, en la aprobación de objetivos y metodologías, en la construcción de visiones y de instrumentos concretos incluyendo las propias organizaciones partidarias o sociales, gremiales y culturales.

 

Y, por último, la dimensión de la gestión de los recursos públicos, de la administración de los mismos como una delegación del poder ciudadano a unos miembros de la comunidad elegidos para ello, como son los alcaldes y regidores.

 

Si unimos los cuatro elementos señalados en primer lugar (territorio, población, recursos e identidad) a estas cuatro dimensiones del quehacer ciudadano tendremos una visión democrática e integral de lo que significa gobernar y de lo que significa participar directamente en la construcción del futuro de nuestras comunidades, de nuestro propio futuro.

Es en este marco, que se entiende que la base de la acción de los diferentes actores locales es la concertación para alcanzar objetivos comunes.

 

En nuestra experiencia de varios años en Villa El Salvador se fueron construyendo hasta cinco espacios de concertación:

1.  Entre la misma población y sus organizaciones representativas. Base de toda participación ciudadana y que significa la autentica fuerza de los actores locales para relacionarse de igual a igual con los otros actores. Organizaciones de base, vecinales y comunales: de mujeres y de jóvenes: de profesionales y empresarios; de cultura y religiosas y otras muchas más que surgen en cada territorio específico deben relacionarse entre sí democráticamente y presentarse unidos, más allá de diferencias e identidades propias, ante las instituciones públicas y privadas presentes en el territorio común. Si este primer espacio de concertación es débil serán los otros actores quienes controlen el proceso fortaleciendo las prácticas y modelos tradicionales de desarrollo.

2.  Entre el Gobierno Local y la Comunidad Organizada: Un segundo nivel de concertación que se concreta, por ejemplo, en la elaboración conjunta y aprobación democrática de los planes de desarrollo, del presupuesto participativo, de los espacios de decisión, fiscalización y evaluación de la gestión. Para ello, se necesita voluntad política de todos los actores y reglas claras que pueden y deben cumplirse por unos y otros.

 

3.  Entre el Gobierno Local y el Gobierno Regional y el Gobierno Nacional: para objetivos superiores del desarrollo local e integral, por ejemplo, obras de infraestructura o inversiones públicas de nivel intermedio o grande. Todo ello enmarcado siempre en los  planes de desarrollo nacional, regional y local debidamente coordinados.

4.  Entre el Gobierno Local, las organizaciones comunales  y la gran empresa instalada en el territorio distrital y comunal: un nivel muy importante de concertación que supone cambios en la visión y en la gestión tanto de los gobiernos locales como de las empresas. Es aquí donde se han dado los enfrentamientos y contradicciones mayores en los últimos años por el tipo de inversiones, por las utilidades que logran las empresas, por sus implicancias ambientales y culturales, por los impuestos y tributos, etc. La importancia de este nivel de concertación se viene entendiendo y extendiendo poco a poco entre todos los actores al aceptar que todos tienen un rol que cumplir en el desarrollo de la sociedad. Desde lo local también se deben analizar la conveniencia y el tamaño de las inversiones mineras, industriales, de infraestructura para evitar problemas posteriores como lo estamos viendo en numerosos países, tanto desarrollados como en proceso de desarrollo en todos los continentes.

5.  Entre el Gobierno Local, las Organizaciones representativas nacionales e internacionales: un nivel propio de la etapa de globalización y universalización que venimos comentando. Hay instituciones supranacionales, como las que dependen de las Naciones Unidas o de los procesos de integración entre las naciones (por ejemplo, la Comisión Europea, la Comunidad Andina de Naciones, Mercosur, etc.) las ONGs y sus particulares relaciones, las organizaciones ambientales y de derechos humanos que inciden también en lo local por lo que también se debe considerar el camino de doble vía, es decir desde los actores locales hacia ese tipo de instituciones avanzando en la concertación para lograr objetivos comunes.

 

Con todo ello, completamos la visión del nuevo rol de los actores locales en los procesos de globalización y universalización.

 

El reto del presente siglo es saber unir lo local con lo universal y ahí tenemos nuevas responsabilidades tanto para los dirigentes y gobernantes como para los propios ciudadanos.

 

Las exigencias más importantes en todo el mundo van por este camino.  El reto final es construir un mundo diferente más justo y equitativo, donde todos vivamos con dignidad y en armonía con la naturaleza.  Es solo una nueva utopía o es la última oportunidad que tenemos como civilización?  Estamos convencidos de que lo local puede, sin lugar a dudas, contribuir a iniciar una nueva etapa en la historia de la humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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